viernes, 18 de marzo de 2011

MUNDO FEMENINO




MUNDO FEMENINO
           
A través de la literatura la mujer ha sido referenciada como un elemento sagrado, idolatrada por su belleza, por ser gestora de grandes héroes mas no por su capacidad intelectual y de amar, desconociendo además sus vivencias y su  mundo interior. Sin embargo el escritor Roddy Doyle en la novela La mujer que se estrellaba contra las puertas muestra que la vida interior de la mujer  es a diario una batalla que debería ser reconocida igual que las grandes hazañas de los héroes de la historia.
Mencionada novela se desarrolla en Dublín capital de Irlanda, un país que ha a travesado por bajas económicas y violencia (ocasionando gran parte de su deterioro físico),  pero que con la ayuda de  la industrialización y avances arquitectónicos ha alcanzado alzas satisfactorias. A nivel religioso, un noventa y cinco por ciento de los habitantes son católicos, bajo el dogma falocentrista.
La novela La mujer que se estrellaba contra las puertas publicadas en el año 1996,  narra la historia y vivencias de Paula Spencer una mujer del común ama de casa, esposa, madre y trabajadora. La voz que cuenta su historia es la de los restos humanos de alguien sometido a maltratos físicos y psicológicos durante diecisiete años. Una mujer que siempre se sintió culpable y no víctima de esa rutina de golpes recibidos y que se consolaba a sí misma cada vez, aun en la sala de espera de los hospitales a los que acudía para ser atendida, diciéndose que su marido (Charlo Spencer) la amaba a pesar de todo.
Paula encarna el personaje de miles de mujeres que ven la vida no con sus ojos, si no con los ojos vendados que la sociedad les ha brindado, una mirada que se oculta y se duerme en el lecho de un hombre, reflejo de fuerza y respeto. Hombre que le genera protección y reconocimiento, evidenciando la matriz machista tradicional: una mujer es, en tanto hay un varón que la elija. Un varón, en cambio, es el que elige a una mujer antes que ser elegido por ella. En la novela Paula lo expresa:
Deje de ser ramera en el instante en que Charlo Spencer comenzó a bailar con migo. No lo olvidare nunca, la gente me miraba y veía alguien diferente. pág. 21
“Estaba caminando con Charlo Spencer. Cogidos de la mano. Me acompañaba a casa. Él era el rey, y eso me convertía a mí en alguien. “No era una reina o una princesa. Simplemente era alguien”. Pág. 25
El predominio del patriarcado  ha opacado a la mujer durante años, ha aplastado duramente el sentimiento de amar limitándola a solo ser un objeto, María del Rosario Romero lo ratifica: “el varón era considerado como sujeto que sentía amor, elegía a su amada, sentía desdén. Ella objeto de amar o fría cosa que no siente, apenas juega, es elegida y debe esforzarse por ser amable; ella realmente no ama: sirve.” [1]
Al respecto, Betsabe Huamán plantea que es evidente las diferencias entre hombres y mujeres no solo en el modo de sentir y pensar, si no sobre todo en el peso social de sus acciones”[2]. Es notable las frustraciones creadas por la familia, la educación, la formación religiosa y la cultura por el hecho de ser mujer y su función limitada a ser ejemplo a seguir, esposa, madre y ama de casa, obedeciendo las reglas establecidas por los aparatos ideológicos del estado:
“Si era una chica era una ramera o era cabrona estrecha. Cualquier cosa podía hacer que te llamaran ramera”. “Señor mío Jesucristo, si te equivocas una sola vez, eras una ramera”. “Mi padre lo decía, los chicos lo decían, los hombres que conducían…” pag 65
Paula recuerda su vida escolar y se ve rodeada de un sistema  que la discrimina, que le da la espalda, un aparato ideológico que junto con la iglesia reprimen disimuladamente. Así la escuela y las iglesias adiestran con métodos apropiados (sanciones, exclusiones, selección, etc) a sus oficiantes (estudiantes):
Nos dejaron de pie en el patio mientras las clases de los mayores iban entrando. El rector se paro en las escaleras  y ordeno que nos calláramos. No nos dijo quien era; pero adivine que era el rector. Leyó en voz alta las listas de cada clase.
Para el lunes tendrá usted las medias apropiadas, ¿no es así señorita OLeary?  - Aja. - Sí es la palabra que se emplea aquí. También decimos señor. Pág. 39 y 40
La escuela es una reproductora del ideal humano que exige el señor Estado, pues,  como modelo estándar busca robotizar al ser humano con el fin de que el aparato perverso del Estado manipule y controle el pensamiento y el comportamiento.
Paula, al igual que cualquier adolescente espera que la escuela le abra puertas para adquirir conocimientos y experiencias agradables pero lo que encontró fue un mundo de exclusión, rodeado de hombres que anhelaban su cuerpo quienes la forzaban, la perseguían, la casaban. Tal acontecimiento indujo a Paula a conseguir protección varonil, alguien que la hiciera respetar: “pero se acabo cuando empecé a salir con Charlo. Dios mío fue estupendo”. “Ahora era su chica y eso me hacia respetable”. (Pág. 65)
La religión al igual que la escuela busca  dominar, formar personas que cumplan  las normas, se juzga bajo la ideología del buen comportamiento, del hijo noble que debe seguir los mandatos de la ley de Dios: debe servir al otro, amarlo, respetarlo y presentarse adecuadamente;  al incumplir estas normas se imparte castigos o señalamientos: “Usar pantalones de dril los domingos era algo indecente en esa época casi una declaración de que no creías en Dios”. (Pág. 146)
Paula es solo una víctima y reproductora del sistema dominante, realiza la tarea siguiendo debidamente las instrucciones, debe de ser una mujer sumisa copia de la faceta de la “Virgen María”, madre y esposa ideal, bajo la obediencia de su compañero sentimental con el fin de satisfacerlo en todo, cualquier error será culpada: “¿se acuerda de mamá llorando porque se le había ido la mano en el vinagre para las patatas de él? (pág. 73).
Lo anterior es consecuencia de la mujer misma y más exactamente de la familia otro aparato ideológico del Estado  que como forma de represión y dominación oculta, corrige y castiga desde pequeños. La mujer como centro de la familia es la mayor gestora de esta concepción machista pues durante épocas han infundido la herencia de sus madres: la labor de la mujer es obedecer y servir al hogar. Esta concepción le ha puesto cadenas al género femenino, le ha cerrado las puertas de la libertad, la ha limitado a ver pasar los días a través de la ventana de la cocina y del desarrollo de sus hijos.
De la misma manera, la sociedad  admite y acepta sin ningún reparo la vulneración de los derechos de la mujer  escondiendo el maltrato físico y moral  de las que son sometidas por sus maridos. Paula una mujer sometida a una rutina de golpes, lastimada por dentro y por fuera pasa desapercibida:
Nariz rota, dientes flojos. Costillas partidas. Dedo roto. Ojos morados. Sutura en la boca. Quemaduras. Cigarrillos en brazos y piernas. Me aporreaba, me pateaba, me empujaba… (pág. 215 – 216)
Paula, es un naufragio de mujer que se consuela así misma en la sala de espera de los hospitales a los que acudía para ser atendida a causa de los múltiples golpes recibidos de Charlo su esposo. Una mujer que siempre se sintió culpable y no víctima del proceder de dicho hombre. Una escoba, en trapero humano, un saco de boxeo con el cual Charlo entrenaba:
Me arrastraba por la casa de la ropa y del pelo. Me subía y me bajaba por las escaleras a patadas. Me amenazaba. Me arrojaba al jardín. Puños, botas, patadas, rodillas. Me arrancaba mechones de pelo… ( pág. 216)  
Una mujer que nunca encontró apoyo ni en su familia ni en la sociedad pues los médicos del hospital al que acudía relacionaban sus magulladuras, sus cabellos arrancados, las quemaduras en su cuerpo, etc., al fruto de su adicción al alcohol. Pues fue en el alcohol donde Paula encontró apoyo permitiéndole olvidar por algunos momentos sus vivencias:
 Soy alcohólica. Siempre me ha gustado beber. Se ha terminado la limpieza y en su lugar se instala el afán del alcohol (pág. 137). De vuelta a la cocina, para volver a llenar el vaso. Me siento estupendamente. Completamente distendida; blanda y perezosa. Una buena manera de terminar el día. Me lo merezco. (Pág. 144)
Paula representa la realidad de muchas de la mujeres actuales, pues las practicas discriminatorias, así como la violencia no son parte del pasado, sino que para la mayoría son una lucha diaria. Sin embargo, no  es una excusa para quedar atadas al régimen tradicionalista, pues la verdadera esencia de la mujer es la sensibilidad y la intuición[3] categorías vitales para la construcción del mundo que nos rodea.
La sensibilidad es innata de la mujer nace con ella, se fortalece y fortalece a la humanidad, pues la mujer intuye la concreto, lo viviente, lo personal, posee una sensibilidad particular para conocer el objeto en su valor especifico, hace propia la vida espiritual del otro y desea promover hasta la máxima perfección a la humanidad, con su modo propio de expresarse a través de un amor pronto al servicio, tiende a lograr el desarrollo armónico de todas sus energías.
Por qué encerrar a una mujer en una cocina, detrás de unas puertas si es ella solo ella símbolo de vida, magia, fantasía e intuición. Es la mujer la representación de la madre tierra de la pacha mama que tanto nuestros ancestros cuidaban y que poco a poco se deteriora por el afán del hombre de urbanizar e industrializar el planeta, pues cambia el verde prado por rustico e inerte segmento, arranca los hermosos brazos verdes  de nuestra madre y los cambia por paredes mudas, utiliza aromas artificiales en lugar de aromas florales naturales.
Es por ello, que la mujer no deber buscar ser igual al hombre o género  masculino, queriendo ocupar sus lugares y pasar sobre ellos, pues todo se da en el seno de ella misma.
En consecuencia, la mujer puede contribuir en grado eminente para que nuestra  cultura reoriente su mirada hacia el ser humano: hacia la verdadera Paula Spencer.   
Finalmente, se creería que Roddy es una mujer que realiza una biografía de sí misma, pero no lo es,  es un hombre que se colocó en los zapatos de una mujer y logró plasmar sutilmente detalles íntimos femeninos, permitiendo que a través de Paula se realice una denuncia social, pero además y lo más importante se evidencie que el discurso erótico deja de ser privativo del varón, ella se hace partícipe de los juegos sexuales con el cuerpo y la palabra, refleja sus sensaciones, y rompe con el paradigma tradicional falocentrico que acepta la penetración como fin único de la sexualidad:
Se me venían a la cabeza cosas locas – hombres, trozos de frutas, cualquier cosa. Locuras. Comenzaba a jadear. Acumulaba mi excitación, la iba guardando, solo tenía que frotarme contra la pared enseguida detenerme y pensar. La acumulaba, aumentaba y aumentaba. Luego cuando tenía a Charlo, la soltaba salía a borbotones.
Me adueñaba de su cuerpo. Era yo, yo quien lo follaba. Yo lo follaba a él. Él no tenía nada que ver con aquello. Todo era cosa mía. Me reía. Le pegaba. Casi moría. (Pág. 127)
Sexo la semana entera. Yo tanto como él lo dejaba exhausto. Cuatro cinco veces al día. Nunca antes lo había hecho dos veces seguidas. (Pág. 191)
No acababa de saciarme de él. quería a Charlo dentro de mi todo el tiempo. El peso de su cuerpo sobre mi cuerpo. Que entrara más y más adentro de mí. (Pág. 192).
Cuando se rompen las normas establecidas –pudor,  tabúes sociales y religiosos; hay una entrega en la pareja, aumenta la pasión por el sexo y la alegría de vivir. Es en estos momentos cuando el cuerpo y el amor adquieren otro significado.



[1] ROMERO, María del Rosario. Citado por: MORENO, Gilma. BURGOS, Luis Fernando. Sexo y cuento. Editorial Uneda. Bogotá Colombia  2008. Pág. 27
[2] HUAMAN, Bethsabe. Literatura y género. pág. 130
[3] RODRIGEUZ BRAVO, Silva. El despertar de un silencio. Chile. Pág. 1.  

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